sábado 24 de mayo de 2025 - Edición Nº2362

Personajes

Día del libro 

Julio Cortázar fue maestro rural en Buenos Aires: recuerdos de su paso por Bolívar y Chivilcoy

Antes de convertirse en figura clave de la literatura, dio clases en escuelas del interior, donde dejó huella entre alumnos y colegas.



Previo a conquistar el mundo con Rayuela, Julio Cortázar fue maestro de escuela en el interior de la provincia de Buenos Aires, en pueblos donde enseñó literatura y dejó una marca que perduró más allá del aula.

Corría la década del treinta cuando el joven Cortázar, recién recibido en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, obtuvo un puesto como maestro rural. En sus pasos por Bolívar y Chivilcoy, dio clases en escuelas secundarias, en un contexto marcado por el aislamiento y las tensiones políticas de la época.

Cortázar y sus años como docente rural

Tenía apenas veinte años cuando el Ministerio de Educación lo designó para dictar clases de literatura en el Colegio Nacional de Chivilcoy. Más tarde, también lo haría en Bolívar, dos ciudades donde la figura del joven profesor aún sobrevive en la memoria local.

Según recordó la escritora e investigadora Graciela Maturo, "el joven Cortázar se tomó muy en serio su rol de docente. Era exigente, pero extremadamente apasionado". La autora lo describe como un lector voraz que volcaba su amor por los clásicos en cada clase.

Una presencia que no pasó desapercibida

Muchos de sus exalumnos lo recordaron como un hombre reservado, alto y muy formal. En entrevistas realizadas años después, los excolegas de Bolívar afirmaron que “don Julio caminaba solo por las calles del pueblo, con libros bajo el brazo y mirada lejana”.

En uno de los pocos testimonios registrados de esa época, Elvira Ordoñez, quien fue empleada del colegio de Chivilcoy, dijo: "Siempre hablaba con palabras difíciles, pero era amable. A los chicos les costaba entenderlo, pero lo respetaban mucho".

Escribir en soledad, enseñar en silencio

Lejos de los cafés de París, Cortázar pasó sus días preparando clases, escribiendo en cuadernos escolares y leyendo durante las largas siestas pueblerinas. En cartas enviadas a su madre, confesó: "Estoy en un lugar perdido, entre alumnos que no leen y un cielo inmenso. Me salva el Quijote y la poesía".

Esa experiencia de soledad intelectual quedó marcada en sus textos. En más de una entrevista, Cortázar reconoció que su paso por el interior fue determinante para comprender los límites entre lo real y lo fantástico. “Allí nació parte de mi mundo literario”, dijo en una charla para Radiodifusión Francesa.

Cortázar y la renuncia al Estado

En 1944, Julio Cortázar dejó la docencia estatal como protesta ante el ascenso del gobierno de Juan Domingo Perón, con el que mantuvo siempre una relación distante. Su decisión de renunciar como acto de convicción política fue publicada en el diario La Nación, marcando también el fin de su etapa como maestro rural.

Después de eso, trabajó como traductor y comenzó a escribir de manera más sistemática, hasta convertirse en uno de los nombres más relevantes de la literatura del siglo XX.

Un legado silencioso pero imborrable

En las escuelas donde enseñó, aún se conservan registros de sus nombramientos y algún que otro libro anotado a mano. El aula donde dictaba clases en Chivilcoy lleva hoy su nombre. Y cada tanto, algún exalumno —ya octogenario— recuerda con timidez al maestro flaco que hablaba de Borges cuando pocos lo conocían.

"Lo veíamos raro, distinto. Después supe que ese tipo había escrito Casa tomada", comentó años atrás Enrique Beltrán, vecino de Bolívar, en una entrevista para el semanario local El Popular.

La historia de Julio Cortázar como maestro es apenas una página menor en su biografía, pero es también un reflejo de cómo la literatura y la educación se cruzan en los caminos más inesperados.
 

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