
Situado a 20 km de la ciudad de Chascomús, Gándara es un pequeño pueblo bonaerense que supo tener la tercera industria láctea del país. Lamentablemente desde que se cerró la planta en 2007, el éxodo de sus habitantes fue casi total.
A comienzos de 2020, en plena pandemia, una pareja que había sido despedida de una compañía aérea decide instalarse en el paraje rural con la idea de recuperar el antiguo comedor del establecimiento de la fábrica láctea para reabrirlo y convertirlo en una pulpería para turistas y locales.
En un comienzo, la joven pareja de Virginia Costa y Sebastián Cappiello se instalaron en una casa familiar que pertenecía al padre de Virginia. Y, como era un contexto de pandemia, la idea de pensar en una iniciativa que no agrupara a mucha gente se volvió algo seductor. Decidieron armar una cabañita para alquilar, para aquella gente que estaba buscando un tipo de vacaciones o de turismo diferente.
Fue así como en enero del 2021 inauguraron la primera cabaña y al año siguiente la segunda. De esa forma, “intentamos de alguna manera que la gente empezara a conocer Gándara, a relacionarse de otra manera con el lugar, que la incluyera dentro del circuito del turismo y no solamente relacionarla con la nostalgia de lo que fue la fábrica en los ‘80”, cuenta Virginia.
Para los turistas, Gándara es relacionado como un pueblo nostálgico. “Mucha gente recuerda cuando eran chicos y los padres quizás los llevaban para la costa y hacían una cola larguísima para que la gente de Gándara les diera unos yogurcitos”, relata Virginia. “Hay como un recuerdo anclado a eso que es muy agradable”, agrega.
El cierre de la fábrica láctea fue algo triste no solo para los habitantes del paraje rural sino también, para la gente de pueblos vecinos como Chascomús, Brandsen, Altamirano o Jeppener.
Los fines de semana suelen ir muchos autos, motos, incluso grupos de treinta o cuarenta personas en bicicletas desde La Plata o desde pueblos más cercanos. Y cuando llegan a Gándara buscando encontrar un pueblo, en realidad se tropiezan con un paraje rural bastante abandonado.
En la actualidad hay aproximadamente 15 familias viviendo en el lugar. Y como hay una gran extensión de campo las casas se encuentran muy distanciadas unas de otras. Por lo cual, “el que llega y no conoce, dice acá es un pueblo fantasma”, dice Virginia a Infobonaerenses.
Cuando la fábrica se cierra, esas familias que trabajaban y habitaban en esas casitas, dejan de vivir en el pueblo. Entonces “el paisaje puede ser un poco desolador, pero a la vez súper interesante para la gente que les gusta visitar lugares que parece que quedaron en el tiempo”, expresa Virginia.
“Creo que los turistas vienen, se bajan del auto, dan una vuelta y no pueden creer que en la ex fábrica no esté pasando nada más que eso”, dice Virginia. Quien agrega que en la actualidad Gándara cuenta con una escuela en funcionamiento, una estación de tren y una estación de policía. Pero al ver las casas vacías y la fábrica en desuso, sienten que al pueblito lechero le falta algo.
Virginia Costa cuenta a Infobonaerenses que la idea de abrir una pulpería surge de la charla con la gente que visita sus cabañas. “Nos pedían un lugar para ir a comer, donde ir a tomar un café o donde comprar algo de proveeduría”, dice.
Frente a la ausencia de un lugar que abastezca las necesidades de los vecinos de Gándara, a Virginia y a Sebastián se les ocurrió arrancar con una idea piloto: instalaron una mesa frente a la estación y llevaron unos termos de café y unas medialunas. Los visitantes que llegaban en bicis, autos o camionetas al pueblo frenaban para preguntar qué tenían. También consultaban por un baño disponible.
Toda esta situación encendió la lamparita en la pareja y pensaron que la idea de abrir una pulpería no solo era una opción para los turistas sino también, para los propios vecinos de Gándara. “Lo empezamos a planear como un proyecto a futuro y comenzamos a intentar negociar con el dueño del ex restaurante de la fábrica para que nos alquilara el lugar”, cuenta Virginia.
“Tardamos tres años intentando convencerlo hasta que por fin lo logramos”, comenta contenta Virginia. El sueño de la pareja empezó a tomar forma. Comenzaron muy de a poquito a restaurarlo para lograr abrir un lugar que, en principio, abra los fines de semana y así darles a los habitantes de Gándara un lugar donde pasarse a tomar algo o comer algo al paso.
“No pretendemos ser la mejor experiencia gastronómica de la provincia, pero sí bancar un poco estas necesidades que tiene no solo el turista sino también el vecino”, remarcó Virginia.
Para la pulpería Virginia contó que abrieron la punta del restaurante que son nada más que 30 metros cuadrados. “Lo que pasa es que abrir todo el restaurante es muchísima plata y se nos escapa totalmente de nuestras posibilidades”, reflexionó Virginia.
El espíritu de la pulpería mantiene una impronta moderna. En las paredes, en vez de copiar los típicos carteles de pulpería, decidieron reproducir cosas que tuvieran que ver con su propia historia, con lo que ellos transitaron.
A casi un año de haber inaugurado, hoy “La Pulpe” se convirtió en un espacio que ofrece un buen café, unas ciabattas de crudo y queso con manteca, que son líderes en el mercado de la ruta 2, cerveza artesanal o una copa de vino, tortas caseras y medialunas para los que prefieren una merienda.
Cuenta Virginia que ya cuentan con clientes que vienen a desayunar a “su mesa”. Además, “nos halagan el café con leche, porque es rico, va en taza grande y lo servimos caliente, como los de antes. Enamoramos con la de batata y cautivamos pequeños con las donas de oreo y la chocolatada caliente”.
Sin embargo, la oferta gastronómica va más allá. El menú incluye opciones con cositas veganas y sin tacc, que si bien son simples tienen un claro mensaje: “aquí todos son bienvenidos”, dice orgullosa Virginia.
Un cartel en el toilette aclara que el baño no es solo para clientes, que no tires el papel en el inodoro y que si ves algo sucio, por favor avises, así lo pueden limpiar. Pusieron un arcade para los nostálgicos y sus hijos, hay un gran patio para que los perritos paseen o descansen bajo los árboles y los chicos jueguen con palos, se escondan y se sienten en el pasto.