jueves 06 de febrero de 2025 - Edición Nº2255

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Turismo

Balcarce: un rincón de historia y memoria en las sierras

El lugar, que hoy es conocido por su legado en el automovilismo, guarda en sus calles y campos muchas historias más que merecen ser contadas.



Fundada en 1877, Balcarce comenzó como un pueblo agrícola, dedicado principalmente a la producción de cereales y ganadería. Durante más de un siglo, fue un lugar donde las rutinas de los pobladores giraban en torno a la vida rural: las tardes largas, los olores a tierra, las plazas tranquilas y los cafés de esquina. La vida en Balcarce no tenía apuro. Las noticias del mundo parecían llegar lentamente a este rincón de Buenos Aires, y las historias de los habitantes se tejían en un vaivén constante de trabajo y descanso.

El pueblo, que a lo largo de los años fue creciendo modestamente, se hizo más conocido en el siglo XX, cuando algo inesperado ocurrió: un niño nacido en una humilde familia de la ciudad se convertiría en uno de los más grandes pilotos de la historia del automovilismo mundial. Juan Manuel Fangio, el "Chueco", le dio una visibilidad internacional a un Balcarce que hasta entonces no figuraba en los mapas turísticos. Sin embargo, no fue solo el nombre de Fangio lo que definió a la ciudad, sino el modo en que la historia de la familia Fangio se integró al pulso mismo de Balcarce.

La figura de Fangio, que fue desde su niñez un amante de los autos y las máquinas, se fue haciendo cada vez más parte de la idiosincrasia local. A los 20 años, dejó Balcarce para cumplir su destino, pero nunca perdió el lazo con su tierra natal. Sus visitas se volvieron legendarias, y el autódromo local, que lleva su nombre, es hoy uno de los lugares que más visitantes atrae, aunque aquellos que lo conocen bien aseguran que la verdadera esencia de Balcarce no está en las pistas de carreras, sino en su gente y en sus paisajes.

Pero el verdadero alma de Balcarce no solo se encuentra en la figura de Fangio. En sus plazas, en sus calles, en la vida cotidiana de los balcarceños, habita una historia mucho más profunda. Como todo pueblo pequeño, Balcarce tiene sus personajes entrañables, esos que son capaces de hacer reír a todos con anécdotas de antaño o de contar historias sobre cómo era la vida "en tiempos de antes". Son esos relatos los que mantienen viva la memoria colectiva, los que permiten que el pueblo siga reconociéndose en sus tradiciones.

La ciudad, con su arquitectura de época y sus calles arboladas, ha sabido mantener un equilibrio delicado entre el progreso y la nostalgia. Los edificios que datan de principios del siglo XX, muchas veces cubiertos por el paso del tiempo, aún cuentan historias a través de sus puertas y ventanas. Las plazas de Balcarce, por ejemplo, han sido el escenario de cientos de encuentros, ya sea entre vecinos o entre familias que llegan de paso para disfrutar de las costumbres del pueblo.

El campo también sigue siendo parte de su identidad. En sus alrededores, las estancias son testigos de la historia rural, y el aroma a pasto fresco y a tierra mojada nunca desaparece del aire. Muchos balcarceños se sienten tan conectados con el campo como con la ciudad, y eso se refleja en su forma de vivir, marcada por un ritmo pausado y una mirada puesta en el horizonte.

Hoy en día, Balcarce es una ciudad que sigue viva gracias a esa mezcla de pasado y presente. El nombre de Fangio sigue resonando fuerte, pero el verdadero legado de la ciudad es su gente, que continúa trabajando la tierra, compartiendo historias y buscando en las pequeñas cosas lo que realmente importa. Es un lugar donde el tiempo parece avanzar, pero a su propio ritmo, sin prisa, preservando lo que hace especial a este rincón de la provincia de Buenos Aires.

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