Epecuén, un pequeño pueblo en la provincia de Buenos Aires, es hoy uno de los destinos más sorprendentes de Argentina. Lo que alguna vez fue un próspero centro turístico, famoso por sus aguas termales, hoy es una ciudad sumergida que emerge entre las aguas del lago homónimo. La tragedia de 1985, cuando el lago Epecuén se desbordó, anegó el pueblo y obligó a sus habitantes a abandonar el lugar, dejó una huella imborrable en la historia de la región. Sin embargo, el tiempo y la naturaleza han transformado las ruinas en un sitio único de valor cultural y turístico.
El pueblo de Epecuén, ubicado a unos 600 kilómetros de Buenos Aires, fue en las décadas de 1950 y 1960 un destino turístico de renombre, gracias a sus aguas termales, que se creían curativas. La afluencia de visitantes era constante, y la vida en el pueblo giraba en torno a los hoteles, restaurantes y actividades recreativas. Sin embargo, el 10 de noviembre de 1985, una inusitada crecida del lago Epecuén provocó la inundación que sumergió el pueblo, dejando atrás un escenario de desolación.
Durante más de 20 años, el pueblo permaneció bajo las aguas. No fue hasta 2009, cuando el nivel del agua comenzó a descender, que comenzaron a asomar las estructuras de los edificios que habían quedado cubiertos por el agua salada. La visión de las ruinas, entre las cuales se destacan las paredes de las casas, el hotel y las calles cubiertas de sal, atrajo a fotógrafos, cineastas y turistas curiosos.
Hoy en día, Epecuén es un lugar de turismo que invita a los visitantes a recorrer su historia, marcada por la tragedia, pero también por la resistencia. La recuperación del lugar como sitio turístico fue impulsada por algunos de los pocos habitantes que sobrevivieron a la inundación y que aún mantienen vivos los recuerdos de aquellos días. Los turistas pueden caminar por las calles, explorar las ruinas y conocer la historia de la ciudad a través de relatos de los lugareños y las exposiciones fotográficas que capturan la esencia de este destino único.
El crecimiento del turismo en la zona ha generado también un renovado interés por la preservación del patrimonio local. En los últimos años, la comunidad ha trabajado para restaurar algunos de los edificios y promover actividades culturales que resalten la identidad de Epecuén, como ferias de arte y festivales que celebran su historia.
En un contexto de creciente interés por los destinos alternativos, Epecuén se presenta como un símbolo de la capacidad de adaptación y de la relación compleja entre el ser humano y la naturaleza. Hoy, las ruinas del pueblo se erigen no solo como un recuerdo de lo perdido, sino como un reflejo de la esperanza de quienes, aún después de la catástrofe, lograron reconstruir sus vidas en torno a la memoria de un lugar que sigue siendo único.
Epecuén es, sin duda, un lugar que conecta pasado y presente, naturaleza y cultura, invitando a cada visitante a reflexionar sobre el paso del tiempo y la resiliencia humana frente a la adversidad.