El ingeniero industrial Carlos R. Mendizábal analizó cómo reducir hasta un 25 % las facturas de energía sin resignar bienestar. El especialista, con más de 30 años de trayectoria en la industria del gas y el petróleo, explicó qué decisiones cotidianas vinculadas al uso de electricidad, combustibles y gas tienen un impacto directo en el bolsillo.
El estudio puso el foco en el verano argentino, cuando el consumo eléctrico alcanza su máximo anual. Según Mendizábal, optimizar hábitos resulta tan relevante como contar con equipos eficientes, ya que la forma de uso define gran parte del gasto final.
El ajuste del aire acondicionado fue uno de los puntos centrales. Mantenerlo entre 24 y 25 grados y enfriar solo los ambientes utilizados permite reducir de forma significativa el consumo. Cada grado menos incrementa la demanda eléctrica entre un seis y un ocho por ciento.
El especialista recomendó evitar fugas de aire frío en puertas y ventanas y complementar el equipo con ventiladores. En viviendas de dos o más plantas, recordó que el aire frío desciende, por lo que los ambientes bajos requirieron menor esfuerzo energético.
Planchas, lavarropas, secarropas y lavavajillas concentraron una porción importante del gasto. Realizar lavados completos, regular la temperatura según cada prenda y utilizar el lavavajillas solo cuando estuvo lleno fueron prácticas clave. Además, destacó la importancia de elegir equipos de bajo consumo al momento de renovar electrodomésticos.
El análisis también abordó el impacto del transporte en el gasto energético. Una conducción suave y constante reduce notablemente el consumo de combustible, mientras que aceleradas bruscas, frenadas frecuentes y altas velocidades lo incrementaron de manera desproporcionada.
En rutas y autopistas, circular a 130 kilómetros por hora puede implicar hasta un 30 % más de consumo que hacerlo a 100 o 110, con un ahorro de tiempo mínimo. Mantener los neumáticos inflados, evitar peso innecesario y cuidar la aerodinámica del vehículo fueron otras recomendaciones.
El uso del combustible adecuado según el manual del auto y la comparación de precios entre estaciones también suman ahorro a lo largo del tiempo, especialmente en períodos de mayor circulación.
En la cocina, Mendizábal señaló que una llama que sobresale de ollas y pavas implica desperdicio de gas. Regular el fuego y bajarlo al mínimo una vez alcanzada la ebullición permite mantener la cocción sin gasto extra.
Otro punto clave fue la temperatura del agua caliente. Ajustar el calefón o termotanque evita la necesidad de mezclar con agua fría, una práctica que implica pagar energía que no se utilizó.
De cara al invierno, el especialista recomendó no calefaccionar ambientes vacíos, cerrar rendijas y mantener la temperatura cercana a los 20 grados. Cada grado adicional en calefacción pudo elevar el consumo entre un cinco y un siete por ciento.
El informe concluyó que ahorrar energía no significó perder confort, sino usar mejor los recursos disponibles. “La energía que no se desperdicia es plata que queda en el bolsillo”, resumió Carlos R. Mendizábal, al remarcar que el cambio de hábitos fue una de las pocas variables que dependieron exclusivamente de los usuarios.