La jornada del miércoles dejó una noticia que sacudió a Pilar: la Whirlpool confirmó el cierre de su planta de producción de lavarropas y la desvinculación de 220 empleados.
Los motivos que trascendieron en la mayoría de los medios coinciden en dos factores centrales: la caída del consumo en el país y la presencia creciente de productos importados que presionan a la producción local.
La planta, inaugurada en 2022, había sido pensada como un punto estratégico para fabricar equipos orientados al mercado interno y a la exportación. Con el cierre, la empresa sostuvo que mantendrá en Argentina sus áreas comerciales, logísticas y de servicio técnico, pero sin actividad industrial en ese predio.
Los trabajadores, que se enteraron al llegar a la fábrica, atraviesan un momento de fuerte preocupación: el anuncio llega a semanas de fin de año, con contratos, gastos y proyectos personales que ahora se vuelven difíciles de sostener. En las inmediaciones del parque industrial, la noticia se vivió con el nerviosismo típico de una ciudad que sabe lo que significa perder un espacio productivo recién instalado.
Dirigentes del sector industrial bonaerense remarcaron que el cierre no es un hecho aislado y que refleja un escenario complejo para el entramado manufacturero regional, donde las empresas necesitan previsibilidad y demanda estable para sostener la producción.
Mientras tanto, las 220 familias directamente afectadas quedan a la espera de definiciones sobre las indemnizaciones, posibles reconversiones laborales y las oportunidades que su propia comunidad pueda generar para no quedarse sin alternativas.